Uno de los defectos, que más a menudo me encuentro, cuando realizo una sesión de coaching es que muchas veces no sabemos decir no. Yo también lo he sufrido y de vez en cuando recaigo en él, pero hay que plantearse que no es sano decir que sí siempre y que más pronto o más tarde, vamos a tener que decir que no, de no hacerlo, podemos asumir más compromisos, personales o sociales, o más carga de trabajo que la que podemos gestionar, pasándonos una factura siempre negativa, laboral o anímicamente.

Ayudar a los demás y estar dispuestos a hacerles un favor es muy diferente a permitir que se aprovechen de nosotros. Algunas personas tienen miedo de dejar de gustar al otro, si se niegan a hacer lo que les pide y a otras les preocupa la reacción del otro frente a su negativa, en ambos casos, si se plantan y dicen no, habrán aprendido algo sobre cómo es realmente la persona que te está pidiendo un favor y cómo reacciona cuando no entramos en su juego.

Es mucho más positiva una negativa firme, pero respetuosa, desde el principio, que aceptar una tarea que no vamos a poder realizar. No vale la pena hacer mal nuestro trabajo, por no haber tenido tiempo para dedicarle toda nuestra atención, puesto que, en ningún caso nos va a beneficiar.

Hay muchas formas de decir no, pero la mejor forma de hacerlo, es siendo asertivo. Seamos sinceros, sobre todo con nosotros mismos y no demos excusas, que en muchos casos van a ser mentira, para evitar algo que no deseamos hacer. No se trata de salir del paso, se trata de exponer nuestras razones de manera que el otro las entienda. No seamos mezquinos, ni cobardes.

El derecho a decir no, es un derecho personal e inalienable, por tanto, podemos y debemos hacer uso de él sin sentirnos culpables. Podemos dar una explicación que justifique nuestra negativa, siempre va a ser mejor que un «no» tajante, pero no es lo mismo que dar una excusa.

La mejor manera de aprender a decir no, es seguir estos pasos:

1. Analicemos si la petición es razonable y si queremos aceptarla o rechazarla. Si en este paso dudamos mucho, la respuesta es «no».

2. Si no lo tenemos claro, por falta de información, pidámosla.

3. Si nos decidimos por el no, seamos consecuentes. Si elegimos dar una explicación, démosla, pero no una excusa.

4. No nos disculpemos, si lo hacemos, corremos el riesgo de que el otro nos intente manipular jugando con nuestros sentimientos.

5. Si realmente queremos ayudar al otro, pero no podemos, presentémosle una alternativa.

Decir que no, es difícil, pero la práctica nos ayuda a evaluar cuando podemos y cuando no, prestar nuestro tiempo y esfuerzo a los demás. Como siempre, estoy y estaré encantada de ayudaros, ¿por qué no nos tomamos un café y hablamos personalmente?, ya sabéis como contactar conmigo.

Muchas gracias por leerme,

Alicia.