Durante los años que llevamos de crisis, hemos visto como se ha disparado el precio de la energía que consumimos en nuestros hogares, esta semana, sin ir más lejos, los medios de comunicación han hablado de que el precio de la luz en septiembre ha vuelto a subir pese a que el Ministerio de Industria, que dirige José Manuel Soria, lleve negando las subidas, casi al mismo ritmo al que se producen y que la modificación en el cálculo de los precios que se se realizó desde este Ministerio a principios de año iba encaminada a evitar nuevas subidas, verdadero quebradero de cabeza para muchísimos consumidores. El precio del gas natural, que subió un 25% entre 2005 y 2013 o el auténtico atraco a mano armada que ha supuesto  la tasa TAMER, por parte de algunos ayuntamientos en el recibo del agua, han de hacer que nos planteemos disminuir nuestra dependencia de las mismas, en el grado en que podamos y sinceramente, cuanto más, mejor.

Teniendo en cuenta que una buena parte de la población reside en viviendas de más de veinte años de antigüedad, que el mercado de compra-venta es prácticamente inexistente y que por mucho que se insista desde el Gobierno, ni la actividad constructiva, ni el capital circulante van a volver a ser los mismos que en la década pasada, una de las maneras de reducir el consumo en nuestros hogares es rehabilitarlos para que la energía necesaria para disfrutar de ellos sea la mínima.

En el aspecto eléctrico, hemos de intentar que la demanda de calor o frio, sea la mínima, en el gasistico, hemos de actuar de la misma manera, con sistemas de calefacción o de cocina más eficientes y en el de consumo de agua, hay que aplicar sistemas que reduzcan en flujo y permitan el reciclado.

Para empezar y con el objetivo puesto en una mejoría de la eficiencia energética, lo primero que debemos de hacer es una auditoría energética de nuestro hogar, siendo lo ideal y lo más recomendable, hacerla también del edificio en el que residimos, dado que algunas obras de mejora, como, por ejemplo, un mejor aislamiento de las fachadas, afectarían al conjunto de los vecinos.

Una vez realizada esta y con los resultados en la mano, deberíamos de planificar las obras necesarias en función de nuestras necesidades y presupuesto. Algunas de las obras más usuales en viviendas de más de 20 años de antigüedad, suelen ser la sustitución de puertas y ventanales, correcto aislamiento de habitaciones, sustitución de calderas o cambio de bañeras por platos de ducha.

En nuestro despacho contamos con los mejores profesionales, todas las semanas recibimos consultas relacionadas con este tema y como siempre, será un placer poder aconsejaros al respecto. ¿Hablamos?

Un saludo y muchas gracias por leerme,

Alicia.